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Mi niño no pronuncia bien la ‘R’, ¿qué hago?

Inés Rubio Vega

Inés Rubio Vega

A lo largo del desarrollo infantil la variabilidad de ritmos evolutivos dentro del grupo de niños de una misma edad puede ser enorme. Por ello deberemos tener siempre presente el criterio de flexibilidad cuando observemos la progresión del niño en la adquisición de los distintos sonidos. Sin embargo, también hay límites.

El sonido /R/ es uno de los más tardíos en la adquisición del sistema fonológico del hablante.  Podemos esperar hasta los 5 años, edad en la que la mayoría de los niños emiten ya dicho sonido; incluso ser flexibles y esperar un poco más.  Pero el pensar “vamos a esperar” no siempre es el camino más adecuado en aspectos variados del desarrollo infantil. Cada niño es un mundo. Personalmente pienso que es más acertada la estrategia de valorar para prevenir y poder orientar así pautas adecuadas de intervención. Y esto ya se puede realizar con una edad aproximada de 4 años. Podemos ir observando si fonemas de articulación similar a la /R/  – por ejemplo, los realizados con implicación de movimientos del ápice lingual- se adquieren adecuadamente o presentan alguna dificultad, con lo cual anticiparemos posibles alteraciones con el fonema en cuestión.

Antecedentes importantes a tener en cuanta en la historia evolutiva del niño: si los padres han presentado o también presentan dificultades en la emisión del fonema /R/, si existen alteraciones que afecten a órganos bucofonatorios (frenillo sublingual, alteraciones en la mordida que conlleve malposición lingual,  paladar alto), habla inmadura desde edades tempranas, etc.

En cualquier caso, si detectamos que un niño tarda en automatizar sonidos que se adquieren más tempranamente como  /L, D, S /  y que exigen agilidad lingual, lo más conveniente es una valoración preventiva por parte de un logopeda o de un especialista en lenguaje en el ámbito escolar, profesionales que proporcionarán las pautas oportunas a la familia y en su caso realizarán derivación a otros profesionales sanitarios si así lo creen conveniente para la realización de un diagnóstico certero.

Mientras tanto, ¿se puede hacer algo en el entorno familiar? Simplemente con la realización de pequeños ejercicios que favorezcan la movilidad de la lengua conseguiremos agilidad, fuerza y velocidad del ápice lingual que repercutirán en una mayor precisión articulatoria. Estas actividades pueden ser, a modo de ejemplo, practicar el “chasquido lingual” (como imitando el trote de un caballo), imitar el sonido de un motor (vibración lingual), intentar despegar un caramelo de la zona alta de la boca (detrás de los incisivos superiores), realización de movimientos linguales “arriba-abajo” y hacia los lados cada vez con mayor velocidad, etc.

Para la realización de estos ejercicios deberemos cerciorarnos siempre de que no existen alteraciones orgánicas previas que dificulten estos movimientos y consecuentemente solo produzcan frustración en el niño; por ello, siempre ante la duda, consultad con un profesional especializado.

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