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Cómo hacer referencia (correctamente y cuando sea necesario) a la discapacidad

Zaida Sánchez

Zaida Sánchez

Hace unos días, estaba con mi pareja en el aparcamiento de un centro comercial buscando un sitio libre donde dejar el coche. Nos pareció ver un hueco pero, al llegar, vimos que era una plaza reservada para personas con movilidad reducida. Pero no la llamamos así, dijimos: «Oh! Es un reservado para minusválidos». No había terminado de pronunciar la frase cuando me di cuenta de que, hasta yo, que me considero una persona respetuosa, había metido la pata. Aquella conversación no salió del coche ni pudo ofender a nadie, pero me hizo recapacitar. Os acompaño a reflexionar conmigo.

Si alguien a quien acabas de conocer te pidiera que te describieras, que le explicaras qué crees que es lo que te define… ¿Qué le responderías? Seguramente harías alusión a los rasgos de tu personalidad, a tu trayectoria profesional, a tus ilusiones y aspiraciones en la vida, a tus gustos y a lo que te gusta hacer en tu tiempo libre. Podrías ser más o menos sincero/a, pero centrarías la atención en todo aquello que consideraras positivo en ti (soy alegre, extrovertido/a, etc.).

No hay nada malo en ello, pero… ¿Haces lo mismo con los demás?

Quizá no hayas caído en ello, pero en muchas ocasiones todos nos referimos a algunas personas haciendo referencia a un rasgo físico («el calvo»), un detalle de su personalidad («el simpático») o simplemente algo que nos recuerda inmediatamente a él o ella por algún motivo: «tu amigo el abogado», por ejemplo. En muchas ocasiones esos apodos son completamente inofensivos, en otras no son inofensivos pero se hacen sin intención de hacer daño (aunque quizá a la persona sí le provoque dolor), y en otras ocasiones somos conscientes de que es ofensivo y lo usamos de igual modo.

¿Qué ocurre cuando nos referimos a alguien que tiene una discapacidad haciendo referencia únicamente a esa discapacidad?

Que privamos -consciente o inconscientemente- a esa persona a ser nada más que no sea eso en esa conversación. Como mínimo, en un primer momento. En el aparcamiento no solo dije -inconscientemente- que las personas con movilidad reducida son «menos válidas» (minusválidas) sino que las reduje a una característica única de lo que les puede describir.

Por eso, y aunque creamos que no es importante, hay que ser precisos cuando hablamos y tratar de ser respetuosos. Siempre.

A raíz de esa reflexión me puse a buscar las formas más correctas para referirnos a una persona con discapacidad. No ha sido fácil y os aseguro de que sigo teniendo muchas dudas acerca de cómo ser más respetuosos y no ofender a nadie, aunque sea sin pretenderlo. Cada persona es un mundo y verá este asunto de una forma diferente. Comparto con vosotros y vosotras los que me parecen de uso más común, pero esto no quiere decir que una persona, por ejemplo, con discapacidad auditiva, tenga que ofenderse porque nos refiramos a él o ella como «sordo/a». El término en sí no es despectivo, o no tiene necesariamente que serlo. Todo depende de cómo se diga y cómo se lo tome el receptor:

Discapacitado/a → Persona con discapacidad o persona en situación de discapacidad.

Sordo/a → Persona con discapacidad auditiva o persona sorda.

Ciego/a → Persona con discapacidad visual o persona ciega.

Retrasado/a → Persona con discapacidad intelectual.

Minusválido/a → Persona con movilidad reducida.

Pero, ¿sabéis qué? Voy a darle una vuelta más al asunto. Si no es estrictamente necesario (y dudo que haya muchos contextos donde lo sea) NO es necesario hacer referencia a la discapacidad de una persona. ¿Por qué iba a serlo? ¿Es necesario llamarle a alguien «ciego»? ¿Para qué? ¿Por qué? Seguro que hay muchas características más de esa persona con las que se identifique. ¿No te parece?

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